martes, 2 de marzo de 2010

El Royo Villanova

Un mes sin bloguear, un mes en el que la familia ha reclamado mi presencia de forma prácticamente continua. Escribo ahora, quizás un poco descentrado, asimilando todavía la pérdida y el dolor, como a veces hemos de asimilar la llegada y la alegría. En estas líneas hablamos casi solamente de Biotecnología y de cómo nuestro país debe modernizar su ciencia y su tejido productivo. Son exigencias y preocupaciones legítimas pero a veces olvidamos lo mucho que hemos conseguido entre todos y de los muchos motivos que tenemos para sentirnos orgullosos de lo que hemos conseguido en esta España que tanto nos duele.
Mis tres hijos han nacido en la Maternitat en Barcelona un hermoso y pequeño hospital público en medio de un parque precioso a dos pasos escasos de la Diagonal, cuando nacieron recuerdo que pensé, feliz, que nuestros impuestos servían para algo. La semana pasada despedimos a mi madre en un pequeño Hospital de Zaragoza, el Royo Villanova. Los zaragozanos que tenemos algunos años todavía lo conocemos por su antiguo nombre, “el Cascajo”: era un antiguo sanatorio antituberculoso que se beneficiaba de unos hermosos pinares y desde donde estas noches le contaba a mi madre lo bello que se veía un Pilar iluminado sobre una Zaragoza vital y renacida que ya nada tiene que ver con la que dejé hace tantos años para convertirme en Barcelonés, …amores compartidos …
El Royo Villanova es hoy un perfectamente renovado Hospital Comarcal con una plantilla muy joven, muy preparada y muy humana. Doctores, ATS, auxiliares derrochan cariño y hacen su trabajo con eficacia. Son la otra cara de un país que no sale en la prensa, que esta muy preparado, una generación de profesionales de la sanidad que te ayudan a mantener la dignidad en los momentos más difíciles. Esa otra cara, ese otro país, también es el nuestro y creo que debemos de reivindicarlo cuando en medio de esta terrible crisis nos abandona el ánimo y creemos que esto es Grecia y que mañana tendremos enfrente el Hades y no tendremos ni una moneda para el barquero.

1 comentario:

  1. Yo también estuve contigo, con la abuela, con toda la familia en ese Hospital. Echo la vista atrás y pienso que podía haber estado más horas escuchando las historias de Rosario y acariciándole el pelo con mis frías manos de las que se quejaba... no sé. Estas semanas he pensado mucho en el valor de la familia y como nuestros padres se hacen mayores y el tiempo pasa rápidamente, en la distancia.
    Yo he sido una niña de hospital, lo sabes. Viví mis primeros años encerrada en una "habitación burbuja" sin poder respirar de forma autónoma.. y los 15 años siguientes a la 5ª operación con vistas quincenales. Hace tres años de la última operación y me maravillo como todo el personal de Otorrinolaringología se acordaba de mí y me venían a visitar.
    Es ante todo el valor del personal de los hospitales quien da la fuerza, el aliento al enfermo y a su entorno. En mi adolescencia y juventud he sido voluntario de cruz roja en ludotecas de diversos hospitales atendiendo a niños con con cancer y leucemia pero sobretodo dando conversación a las familias: hablandoles de esa niña con los tubos en la nariz que no pudo ir a la guardería y que tuvo que aprender a respirar, a hablar y que hoy es una Sra ingeniera cuyo próximo reto es la maternidad si la genética no lo impide. Los voluntarios hacemos una gran labor, también en la sombra.
    Alabo la labor del personal del "cascajo" que siempre tenían una sonrisa que ofrecernos cuando venían a ver a Rosario o nos cruzábamos en los pasillos. Alabo su disposición porque es una profesión dura, no sólo por el tratamiento directo con la enfermedad y la muerte si no por su disponibilidad tras jornadas partidas, turnos de noche, guardias.
    Llevo menos años que tú fuera de Zaragoza y muchas noches cierro los ojos y veo el Pilar iluminado, el Puente del Tercer milenio sobre la Expo o el reloj de la Plaza España.

    Y la vida sigue y nos queda mucho trozo por caminar, con o sin crisis, la clave está en mantener los valores humanos y pararnos a contemplar la vida de forma sencilla, a escuchar a aquellos que tenemos más cerca.

    SUSANA

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